Aunque tanto la economía española como la europea afrontan 2016 año con una pléyade de asuntos de gran importancia -desde la formación del gobierno español a la gestión de la crisis de los refugiados, pasando por las turbulencias de los mercados de capital-, me gustaría señalar los tres asuntos que considero claves para nuestra industria: China (en política comercial), la iniciativa europea sobre la economía circular y el proceso de revisión del sistema europeo de comercio de emisiones (el ETS en sus siglas inglesas). Ahorro a los eventuales lectores – por esta vez – el eterno problema de la energía que sería la prioridad cero.
Clave 1: China
A finales de 2016, se cumplirán quince años del acceso de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC). Entonces, los países miembros concedieron un generoso periodo transitorio de quince años al país del sol naciente para que culminase su evolución a una economía de mercado. Lamentablemente, y las noticias sobre la gestión de la crisis bursátil lo confirman, no ha sido así. China solo cumple una de las cinco condiciones que la siempre reglamentista UE establece para poder ser considerada como una economía de mercado.
¿Por qué es muy importante si China es o no una economía de mercado? Si la UE la reconociera dicho tratamiento, se haría prácticamente imposible aplicar los instrumentos de defensa comercial contra importaciones desleales procedentes de ese país. Esta nueva situación, en un momento como el actual en el que las empresas chinas están inundando los mercados europeos [gráfico de importaciones chinas] con materiales a precios de derribo, pondría en serio riesgo miles de puestos de trabajo de la industria europea, con un efecto perverso: importaríamos CO2 de China y les exportaríamos empleos.
La UE debe afrontar este asunto y se espera que la Comisión Europea haga pública una propuesta que vaya más allá de una simple aplicación automática de un texto que adolece, como poco, de una meridiana ausencia de claridad (el Protocolo de Adhesión de China a la OMC). Una vez que la Comisión haga su propuesta, el Parlamento Europeo y los estados miembros tendrán que pronunciarse sobre la misma, a lo largo de este año.
Se trata de un asunto muy complejo en el que, más allá de tecnicismos, hay que considerar el impacto económico, industrial y social de la medida. A la vez es un tema urgente por el enorme perjuicio que las importaciones chinas están causando a la industria europea.
Clave 2: economía circular
En diciembre pasado, la Comisión hizo pública su propuesta definitiva sobre lo que se ha denominado “el paquete de la economía circular”, que es el nuevo baby de las instituciones europeas.
La ambición consiste en cambiar la mentalidad de los productores y consumidores europeos, dando el salto a una economía donde tome más peso el reciclaje y la reutilización, frente a la cultura del “usar y tirar”. La Comunicación de la Comisión Europea se acompaña con un plan de acción de 51 medidas dirigidas a múltiples sectores, desde la producción industrial hasta la gestión de los residuos.
Aunque la siderurgia considera -como el burgués gentilhombre de Molière-, que sin saberlo estaba ya en la economía circular, queremos destacar en positivo que la definición del “proceso final de reciclado” devolverá a su ser lo racional: un residuo se recicla cuando se convierte en un producto real. Las medidas destinadas a reforzar la vigilancia del traslado ilegal de residuos a países terceros sin garantías son otro de los aspectos positivos del paquete.
Sin embargo, otros aspectos requieren mejora. Necesitamos que se centre el tema en la gestión de los recursos y no en la de los residuos, y que se incorpore el concepto de “material permanente”, que es aquel que se puede reciclar de manera infinita sin perder sus propiedades, como el acero y el resto de metales.
En la “nueva economía circular” es imprescindible enmarcar el acceso libre de los subproductos al mercado de las materias primas en igualdad de condiciones. Solo así evitaremos que, por motivos exclusivamente burocráticos, toneladas de materiales perfectamente útiles terminen en los vertederos.
Clave 3: Comercio de emisiones (“ETS”)
La Comisión Europea promovió en 2015 una modificación y adaptación del sistema europeo de comercio de emisiones de gases de efecto invernadero (ETS). Siempre es difícil aceptar un fracaso, y ésta no es la excepción. El ETS se diseñó bajo el paradigma de que las fuerzas del mercado solucionarían, por si solas, el desafío del cambio climático y con la vana esperanza de que el resto de los países se unirían alborozados al sistema europeo, amén de olvidar la existencia de ciclos económicos.
La nueva propuesta de la Comisión, que debe convertirse en Directiva en este año, adolece de algunos de los defectos iniciales, aunque el realismo haya conseguido incluir algunas modificaciones en el sistema.
Comencemos por asegurar lo obvio: el cambio climático antropogénico es, posiblemente, el mayor desafío al que se enfrentan las generaciones que poblarán nuestro planeta este siglo. Nuestra industria está dispuesta a colaborar activamente y estamos seguros de que somos una parte importante de la solución.
La reciente Cumbre de París (COP21) ha visto, por primera vez, el asentimiento de todos los países con el problema, pero creo que, lamentablemente, los compromisos no están al nivel de los desafíos, sobre todo por parte de los países que suponen la “parte del león” de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI). El escenario sería otro si EE.UU., China, Rusia e India asumieran compromisos similares a los admitidos por la Unión Europea.
Mientras tanto, los europeos –y nuestras autoridades– debemos ser muy conscientes de nuestro peso real en el mundo. Las emisiones de GEI europeas no llegan al 11% del total mundial, por lo que cualquier reducción de éstas, por drástica que fuera, es irrelevante para el planeta si no va acompañada de los grandes emisores… Esto duele un poco al orgullo eurocéntrico, pero es la pura verdad.
Sería interesante que la Comisión y los gobiernos abandonen algunas cruzadas de tipo casi religioso y comuniquen a la opinión pública los efectos económicos, sociales y ambientales, de las decisiones que se proponen, porque no se debe tratar de cambiar empleos por CO2, como se hace con la deslocalización industrial, y asusta un poco, por lo menos a este firmante, el uso que pueda dar la ONU, a la vista de experiencias anteriores, al fondo para el desarrollo comprometido en la COP 21, al que los españoles vamos a contribuir con una cuantía nada desdeñable.
Tres complicadas claves para un complicado 2016. Ya veremos.
Andrés Barceló es Director General de UNESID, la asociación empresarial de la siderurgia española desde el año 2009.
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